En el tapiz de la teología cristiana y la narrativa del Nuevo Testamento, la cuestión de la paternidad de Jesús tiene un significado profundo, entrelazando temas de profecía, intervención divina y obediencia humana. Según los Evangelios, los padres terrenales de Jesús fueron María y José, ambos desempeñaron roles cruciales en el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento y en el desarrollo de la historia del Nuevo Testamento.
María, una joven de Nazaret, es presentada en el Evangelio de Lucas como una virgen que está comprometida con José, un hombre de la casa de David (Lucas 1:26-27). La anunciación del ángel Gabriel a María marca un momento crucial en la teología cristiana. Gabriel la saluda con las palabras: “¡Saludos, tú que eres muy favorecida! El Señor está contigo” (Lucas 1:28, NVI). Este saludo prepara el escenario para la revelación de que María concebirá un hijo por el Espíritu Santo, y este hijo será el Hijo de Dios, llamado Jesús (Lucas 1:31-35). La respuesta de María, “Soy la sierva del Señor… Que se cumpla en mí tu palabra” (Lucas 1:38, NVI), ejemplifica su obediencia y fe, cualidades que son celebradas a lo largo de la tradición cristiana.
El papel de María como madre de Jesús no solo es significativo en el contexto de las narrativas evangélicas, sino también en la comprensión teológica más amplia de la naturaleza de Jesús. Su nacimiento virginal de Jesús es una piedra angular de la doctrina cristiana, afirmando tanto el origen divino de Jesús como su humanidad. Esta doble naturaleza de Cristo, completamente Dios y completamente hombre, es central en la teología cristiana, y el papel de María es integral a esta doctrina.
José, por otro lado, a menudo es visto como una figura más sombría en las narrativas evangélicas, sin embargo, su papel no es menos importante. El Evangelio de Mateo proporciona una genealogía que traza el linaje de Jesús a través de José, subrayando el lugar legítimo de Jesús en la línea de David, lo cual es crucial para el cumplimiento de las profecías mesiánicas (Mateo 1:1-16). José es descrito como un hombre justo, quien, al enterarse del embarazo de María, inicialmente planea divorciarse de ella en secreto para evitar la deshonra pública. Sin embargo, un ángel del Señor se le aparece en un sueño, instruyéndole que tome a María como su esposa porque el hijo concebido en ella es del Espíritu Santo (Mateo 1:18-21). La conformidad de José con el mensaje angelical demuestra su propia fe y obediencia, alineándolo con el plan divino.
Las narrativas evangélicas también destacan el papel protector de José. Después del nacimiento de Jesús, José es advertido en un sueño para huir a Egipto con María y Jesús para escapar del decreto asesino del rey Herodes (Mateo 2:13-15). Este acto de protección no solo preserva la vida de Jesús, sino que también cumple la profecía, “De Egipto llamé a mi hijo” (Oseas 11:1), como se señala en Mateo 2:15. Las acciones de José reflejan su compromiso inquebrantable con su familia y con la voluntad de Dios, incluso frente al peligro.
Más allá de los relatos evangélicos, las figuras de María y José han sido objeto de reflexión teológica y devoción a lo largo de la historia cristiana. María, en particular, es venerada en varias tradiciones cristianas, con doctrinas como la Inmaculada Concepción y la Asunción destacando su pureza y papel único en la historia de la salvación. Aunque estas doctrinas son más enfatizadas en ciertas tradiciones cristianas, el respeto por el papel de María como madre de Jesús es universal entre los cristianos.
José, aunque menos central en las discusiones doctrinales, es honrado como el padre terrenal que proveyó y protegió a Jesús durante sus años formativos. Su ejemplo de humildad, justicia y obediencia a la guía de Dios sirve como modelo para el discipulado cristiano.
Al considerar la paternidad de Jesús, es importante reconocer las implicaciones teológicas que se extienden más allá de los elementos históricos y narrativos. El nacimiento virginal, un evento milagroso, subraya la iniciativa divina en la encarnación de Cristo. Afirma la creencia de que la salvación es una obra de Dios, no de esfuerzo humano, y que Jesús está singularmente calificado para cerrar la brecha entre Dios y la humanidad.
Por lo tanto, los roles de María y José no son meramente incidentales a la historia de Jesús; son integrales al desarrollo del plan redentor de Dios. A través de su obediencia y fe, participan en el misterio divino de la encarnación, llevando a cabo las profecías y promesas del Antiguo Testamento y preparando el escenario para la vida y ministerio de Jesucristo.
En resumen, los padres de Jesús, María y José, son figuras fundamentales en las narrativas evangélicas y en la teología cristiana. Sus vidas ejemplifican fe, obediencia y participación en el plan divino, sirviendo como modelos para los creyentes a lo largo de los siglos. A través de ellos, se realiza el nacimiento milagroso de Jesús, inaugurando la era del Nuevo Testamento y el cumplimiento de la promesa de salvación de Dios. Su historia invita a los cristianos a reflexionar sobre el misterio de la encarnación y las formas profundas en que Dios trabaja a través de la historia humana para cumplir Sus propósitos.