OPORTUNIDADES PERDIDAS:

"Volviendo por tercera vez, les dijo: ¿Todavía están durmiendo y descansando? ¡Basta! Ha llegado la hora. ¡Miren, el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores!" (Marcos 14:41)

El tiempo de vigilar ha pasado. Jesús había pasado ya por su agonía, y en su rostro estaba la radiancia de la paz. Ya no necesitaba la ayuda de la simpatía que en vano había anhelado en la oscuridad. Miró hacia la puerta de la ciudad, y allí venía el traidor. Ya no había necesidad ni utilidad para que los discípulos despertaran y vigilaran, y bien podían seguir durmiendo.

La lección es clara. Todo lo que hagamos por nuestros amigos, debemos hacerlo cuando necesitan nuestra ayuda. Si alguien está enfermo, el momento de mostrar nuestra simpatía es mientras la enfermedad continúa. Si permitimos que pase por su enfermedad sin mostrarle ninguna atención, hay poco uso cuando se recupere, para que ofrezcamos amabilidad.

Si uno de nuestros amigos está pasando por una dura lucha con la tentación, entonces es el momento para que nos acerquemos a él y pongamos la fuerza de nuestro amor bajo su debilidad. Si le fallamos entonces, casi podríamos dejarlo seguir solo después de eso. ¿De qué sirve nuestra ayuda cuando la batalla ha sido librada hasta el final y ganada sin nosotros? O supongamos que el amigo no fue victorioso; que falló, falló porque nadie vino a ayudarlo, ¿de qué sirve apresurarnos a ofrecerle asistencia entonces? Así, por todos lados, la lección se impone.