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A veces, Dios tiene que romperte antes de bendecirte. No te entrega simplemente la bendición, te prepara para ella.
Oras por el éxito, y Él te enseña resiliencia. Pides fuerza, y Él pone peso sobre tus hombros, no para aplastarte, sino para fortalecerte.
A veces, las tormentas de las que te quejas son las mismas herramientas que están moldeando tu futuro. Los contratiempos, los desvíos, las demoras, no te están deteniendo; te están formando.
Así que si la vida trae lluvia, no la resistas, confía en ella. Dios se asegura de que seas lo suficientemente fuerte para llevar lo que viene.
Un día sonreirás, no porque el dolor haya desaparecido, sino porque verás que nunca fue en vano.
Considérenlo un gozo puro, mis hermanos y hermanas, cada vez que enfrenten pruebas de muchas clases, porque saben que la prueba de su fe produce perseverancia. Dejen que la perseverancia termine su obra para que puedan ser maduros y completos, sin carecer de nada.
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